El domingo 11 de julio muchos vimos las impactantes imágenes de protestas en cuba. Como cubanoamericano, me sorprendió ver los disturbios. Durante las últimas seis décadas, Cuba ha sido un modelo de estabilidad en América Latina frente a las sanciones económicas de Estados Unidos, el fin de la guerra fría y el período especial de 1990 a 1995, cuando todos los días los cubanos pasaban hambre al agotarse los subsidios soviéticos. Esta vez se siente diferente. El COVID-19 ha agregado un sufrimiento considerable a la vida de los cubanos como lo ha hecho en todo el mundo. Si bien Cuba ha desarrollado no una, sino dos vacunas que rivalizan en eficacia con las desarrolladas en EE. UU., Europa y China, la pandemia avanza más rápido de lo que las vacunas pueden mantener. Como hemos visto en los EE. UU., esta enfermedad no toma prisioneros. 

Odio ver la patria de mis padres bajo tal coacción. Nacido en Colombia de padres que se fueron de Cuba cuando eran niños, no soy un cubanoamericano normal. La mayoría de los cubanoamericanos que se criaron en Miami como yo nunca han estado en Cuba y solo conocen las historias de sus padres. Habiendo viajado a Cuba más de 90 veces, tengo un dedo en el pulso de la gente de la isla. Siento su dolor y anhelo un alivio a su sufrimiento. 

He trabajado en Cuba desde 1999, más de la mitad de mi vida y toda mi carrera. Mi línea de trabajo es la conservación de los océanos y, al igual que la medicina cubana, la comunidad cubana de ciencias oceánicas va más allá de su peso. Ha sido un placer trabajar con jóvenes científicos cubanos que están trabajando tan duro como ellos para explorar su mundo marino con presupuestos reducidos y con considerable ingenio. Forman soluciones a las amenazas del océano que todos enfrentamos, ya seamos socialistas o capitalistas. Mi historia es una de colaboración contra viento y marea y una historia que me ha dado esperanza. Si podemos cooperar con nuestro vecino del sur para proteger nuestro océano compartido, podemos lograr cualquier cosa.  

Es difícil ver lo que está pasando en Cuba. Veo a jóvenes cubanos que nunca vivieron la época dorada que vivieron los cubanos mayores, cuando el sistema socialista les dio lo que necesitaban cuando lo necesitaban. Se están expresando como nunca antes y quieren ser escuchados. Sienten que el sistema no está funcionando como debería. 

También veo la frustración de los cubanoamericanos como yo que no están seguros de qué hacer. Algunos quieren una intervención militar en Cuba. Yo digo que ni ahora ni nunca. No solo Cuba no lo ha pedido, sino que debemos respetar la soberanía de cualquier país, ya que esperamos lo mismo para nuestro propio país. Nosotros, como país, nos hemos sentado durante seis décadas y no hemos ofrecido una mano al pueblo cubano, solo hemos impuesto embargos y restricciones. 

La única excepción fue el breve acercamiento entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro que para muchos cubanos fue una efímera época dorada de esperanza y cooperación. Desafortunadamente, fue rescindido rápidamente, cortando la esperanza de un futuro juntos. Para mi propio trabajo en Cuba, la breve apertura representó el clímax de años de trabajo utilizando la ciencia para construir puentes. Nunca antes estuve tan entusiasmado con el futuro de las relaciones cubano-estadounidenses. Estaba orgulloso de las ideas y los valores estadounidenses. 

Me siento aún más frustrado cuando escucho a los políticos estadounidenses afirmar que debemos aumentar las restricciones y tratar de obligar a Cuba a someterse por hambre. ¿Por qué perpetuar el sufrimiento de 11 millones de personas es una solución? Si los cubanos sobrevivieron al período especial, también superarán este momento difícil.  

Vi al rapero cubanoamericano Pitbull hablar apasionadamente en Instagram, pero no ofrecen ideas sobre lo que podemos hacer como comunidad. Eso es porque es poco lo que podemos hacer. El embargo nos ha esposado. Nos ha impedido tener voz y voto en el futuro de Cuba. Y por eso nosotros mismos tenemos la culpa. Esto no es echarle la culpa al embargo del sufrimiento en Cuba. Lo que quiero decir es que el embargo va en contra de los ideales estadounidenses y, como resultado, ha limitado nuestras opciones como diáspora que trata de ayudar a nuestros hermanos y hermanas a través del Estrecho de Florida.

Lo que necesitamos en este momento es más compromiso con Cuba. No menos. Los jóvenes cubanoamericanos deberían liderar la carga. Ondear banderas cubanas, bloquear carreteras y portar carteles de SOS Cuba no es suficiente.  

Ahora debemos exigir que se levante el embargo para detener el sufrimiento del pueblo cubano. Necesitamos inundar la isla con nuestra compasión.  

El embargo estadounidense contra Cuba es el último abuso de los derechos humanos y la independencia de los estadounidenses. Nos dice que no podemos viajar o gastar nuestro dinero donde nos plazca. No podemos invertir en ayuda humanitaria ni podemos intercambiar conocimientos, valores y productos. Es hora de recuperar nuestra voz y opinar sobre cómo nos relacionamos con nuestra patria. 

90 millas de océano es todo lo que nos separa de Cuba. Pero el océano también nos conecta. Estoy orgulloso de lo que he logrado en The Ocean Foundation con mis colegas cubanos para proteger los recursos marinos compartidos. Es poniendo la cooperación por encima de la política que realmente podemos ayudar a los 11 millones de cubanos que nos necesitan. Nosotros, como estadounidenses, podemos hacerlo mejor.   

fernando bretos | Oficial de programa, The Ocean Foundation

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