El viernes 2 de julio, una fuga de gas al oeste de la Península de Yucatán en México salió a borbotones de una tubería submarina, lo que provocó un fuego furioso en la superficie del océano. 

El fuego fue extinguido unas cinco horas después, pero las llamas brillantes que hierven en la superficie del Golfo de México son otro recordatorio de lo delicado que es nuestro ecosistema oceánico. 

Desastres como el que presenciamos el viernes pasado nos muestran, entre muchas cosas, la importancia de sopesar adecuadamente los riesgos de extraer recursos del océano. Este tipo de extracción está aumentando exponencialmente, creando tensiones adicionales en los ecosistemas críticos de los que todos dependemos. Desde el derrame de petróleo de Exxon Valdez hasta el derrame de petróleo de BP Deepwater Horizon, parece que nos cuesta aprender la lección. Incluso Petróleos Mexicanos, más conocida como Pemex, la empresa que supervisa este incidente reciente, tiene un conocido historial de accidentes importantes en sus instalaciones y pozos petroleros, incluidas explosiones fatales en 2012, 2013 y 2016.

El océano es el soporte vital de nuestra tierra. Cubriendo el 71% de nuestro planeta, el océano es la herramienta más efectiva de la tierra para regular nuestro clima, alberga fitoplancton que es responsable de al menos el 50% de nuestro oxígeno y contiene el 97% del agua de la tierra. Proporciona una fuente de alimentos para miles de millones de personas, sustenta una vida abundante y crea millones de puestos de trabajo en los sectores del turismo y la pesca. 

Cuando protegemos el océano, el océano nos protege a nosotros. Y el incidente de la semana pasada nos ha enseñado esto: si vamos a usar el océano para mejorar nuestra propia salud, primero debemos abordar las amenazas a la salud del océano. Tenemos que ser administradores del mar.

En The Ocean Foundation, estamos muy orgullosos de albergar más de 50 proyectos únicos que abarcan una variedad de esfuerzos de conservación marina además de los nuestros iniciativas centrales destinado a abordar la acidificación de los océanos, promover soluciones de carbono azul basadas en la naturaleza y enfrentar la crisis de contaminación plástica. Actuamos como la única fundación comunitaria para el océano, porque sabemos que el océano es global y requiere una comunidad internacional para responder a las amenazas emergentes.

Si bien estamos agradecidos de que no hubo heridos el viernes pasado, sabemos que las implicaciones ambientales completas de este incidente, como tantos que han ocurrido antes, no se entenderán por completo durante décadas, si es que alguna vez se entienden. Estos desastres continuarán ocurriendo mientras descuidemos nuestra responsabilidad como administradores de los océanos y reconozcamos colectivamente la importancia crítica de proteger y conservar nuestro océano mundial. 

La alarma contra incendios está sonando; es hora de que escuchemos.