El vaquita está casi extinto.

Los científicos estiman que la especie ahora cuenta con unos 60 individuos y está disminuyendo rápidamente. Desconocemos la composición por edad/sexo del resto de individuos y, en particular, desconocemos el número de hembras y su capacidad reproductiva. Si la población restante incluye más machos o hembras mayores de lo esperado (o esperado), entonces el estado de la especie es incluso peor de lo que indica el número total.

 

Gestión y seguimiento pesqueros ineficaces.

Las redes de enmalle, utilizadas legal e ilegalmente, han diezmado la población de vaquitas. Las pesquerías de camarón azul (legal) y totoaba (ahora ilegal) han causado el mayor daño; juntos, seguramente han matado a cientos, y bien pueden haber matado a miles, de vaquitas marinas desde que la especie fue descrita científicamente en la década de 1950. 

 

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Se han hecho algunos intentos útiles para recuperar la especie, pero tales medidas han fallado consistentemente en brindar la protección completa necesaria. Hace aproximadamente dos décadas, México convocó a un equipo internacional de recuperación de la vaquita (CIRVA) y, comenzando con su primer informe, CIRVA ha recomendado firmemente que el gobierno mexicano elimine las redes de enmalle del hábitat de la vaquita. A pesar de los diversos esfuerzos realizados, todavía se practica la pesca legal con redes de enmalle para peces (p. ej., curvina), la pesca ilegal con redes de enmalle se ha recuperado para la totoaba, y las redes de enmalle perdidas o “fantasmas” también pueden estar matando a la vaquita. La incertidumbre sobre el alcance del daño causado por las redes de enmalle surge del hecho de que el gobierno mexicano no tiene un sistema efectivo para monitorear la captura incidental de vaquita en las pesquerías infractoras. Los científicos han tenido que inferir la tasa de mortalidad de la vaquita a partir de un estudio realizado a principios de la década de 1990 y de información anecdótica periódica. 

 

Fracasos/oportunidades perdidas por parte de México, Estados Unidos y China.

El gobierno mexicano y la industria pesquera tampoco han implementado métodos de pesca alternativos (p. ej., redes de arrastre pequeñas), a pesar de que la necesidad de artes alternativos ha sido evidente durante al menos dos décadas y se han utilizado alternativas en otros países. Esos esfuerzos se han visto frustrados por las pruebas en la temporada equivocada, bloqueados por la densa instalación de redes de enmalle en las áreas de investigación y, en general, socavados por la ineficiencia del Ministerio de Pesca, CONAPESCA. 

 

El gobierno de los EE. UU. ha contribuido con un apoyo científico vital para evaluar la población de vaquitas y ha ayudado a refinar los aparejos de arrastre pequeños para su uso en el norte del Golfo de California. Sin embargo, EE. UU. importa la mayoría del camarón azul capturado en el hábitat de la vaquita y no ha logrado limitar la importación de camarón azul, como lo exige la Ley de Protección de Mamíferos Marinos. Por lo tanto, EE. UU. también es culpable del deterioro de la situación de la vaquita.

 

China también es culpable por su mercado de vejigas natatorias de totoaba. Sin embargo, la recuperación de la vaquita no puede estar condicionada a la idea de que China detendrá ese comercio. China ha fallado durante mucho tiempo en demostrar que puede controlar el comercio de especies en peligro de extinción. Detener el comercio ilegal de totoaba requerirá atacarlo en su origen. 

 

Salvando a la vaquita.

Varias especies de mamíferos marinos se han recuperado de números bajos similares y somos capaces de revertir el declive de la vaquita. La pregunta que tenemos ante nosotros es "¿Tenemos los valores y el coraje para implementar las medidas necesarias?"

 

La respuesta sigue sin estar clara.

En abril de 2015, el presidente Nieto de México implementó una prohibición de dos años sobre las redes de enmalle en el área de distribución actual de la vaquita, pero esa prohibición expirará en abril de 2017. ¿Qué hará México entonces? ¿Qué hará Estados Unidos? Las principales opciones parecen ser (1) implementar y hacer cumplir una prohibición completa y permanente de toda pesca con redes de enmalle en toda la zona de distribución de la vaquita y eliminar todas las redes de pesca fantasma, y ​​(2) capturar algunas vaquitas para conservar una población cautiva que pueda usarse para reconstruir la población salvaje.

 

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En su informe más reciente (7º), CIRVA argumenta que, ante todo, la especie debe salvarse en la naturaleza. Su fundamento es que una población silvestre es fundamental para asegurar la recuperación de la especie y la conservación de su hábitat. Simpatizamos con ese argumento porque, en gran parte, tiene la intención de obligar a los tomadores de decisiones mexicanos a dar los pasos audaces que han sido debatidos, pero ineficazmente seguidos, durante décadas. La decisión de los altos funcionarios mexicanos y la aplicación sostenida de la Armada de México, con el apoyo de Sea Shepherd, es clave para implementar esta opción. 

 

Sin embargo, si el pasado es el mejor predictor del futuro, entonces la disminución constante de la especie indica que México no implementará ni sostendrá efectivamente una prohibición completa a tiempo para salvar la especie. Siendo ese el caso, la mejor estrategia parece ser cubrir nuestras apuestas tomando algunas vaquitas en cautiverio. 

 

Conservación de una población cautiva.

Una población cautiva es mejor que ninguna. Una población cautiva es una base para la esperanza, por limitada que sea.

 

Llevar a la vaquita en cautiverio será una tarea sustancial que requerirá que superemos una cantidad considerable de desafíos y necesidades, incluida la financiación; localización y captura de al menos un pequeño número de estos escurridizos animales; transporte y alojamiento en una instalación cautiva o en un pequeño entorno marino natural protegido; contratación del mejor personal veterinario y de cría de mamíferos marinos disponible junto con los suministros y equipos necesarios; acceso a laboratorios de diagnóstico; provisión de alimentos para los individuos cautivos; instalaciones de almacenamiento con capacidad de energía y congelador; seguridad para la vaquita y personal veterinario/criadero; y apoyo del área local. Este sería un esfuerzo de “Ave, María”, difícil, pero no imposible. Aún así, la pregunta que tenemos ante nosotros nunca ha sido si podemos salvar a la vaquita, sino si elegiremos hacerlo.